Zaragoza 1974 Mario trabaja una figuración expresionista cargada de sentimientos muy emocional. Sus personajes viven situaciones cotidianas desde una perspectiva triste y dura. Sus rostros reflejan tristeza y humor al mismo tiempo, un humor tragicómico en una especie de aislamiento personal y social (quizá forzado). Los representa en soledad, siempre solos, aunque la situación sea la contraria. Fiestas de cumpleaños en las que paradójicamente no hay nadie excepto el supuesto celebrante (obligatoriamente feliz), solo, disfrazado, con máscara, con orejas de liebre y su tarta de cumpleaños en un escenario oscuro y triste. La felicidad y la tristeza unidas en la misma situación, el desencanto de la realidad.